Cuando llegamos a su última
parada, el sol estaba en el punto más alto en el cielo y no había ni una sola
nube que nos hiciera el favor de esconderlo aunque fuere un par de segundos. El
suelo estaba árido y la vegetación en el lugar era escasa. Frente a nosotros había una gasolinera y un
motel de mala muerte. A juzgar por la mueca de Cassy a ella le agrado tanto
como a mí la decisión de quedarse ahí (nótese la ironía). La tierra estaba tan
caliente que atravesaba la suela de mis zapatos como llamas abrasadoras. Nos
despedimos de Mauro con un movimiento de mano y le agradecimos el aventón,
Mauro me guiñó el ojo como recordatorio de nuestra charla de anoche, Cassy me
miró sin comprender cuando yo le devolví el gesto con un asentimiento de
cabeza.
Una vez que el tráiler se perdió
en el horizonte nos giramos sobre nuestros pies y nos acercamos al motel casi
dando saltitos por el suelo hirviente. El cristal de la puerta giratoria estaba
tan polvoso que llegue a dudar que el motel siguiera en servicio. Haciendo uso
de nuestra fuerza giramos la puerta hasta lograr estar dentro, un chirrido
metálico reitero el hecho de falta de aceite en las bisagras giratorias. El
suelo amarillento y sucio grababa nuestras huellas a cada paso que dábamos
hacia la mesilla medio corroída con un cartel que rezaba “recepción”. Detrás del mostrador un hombre de ya entrados
los cuarentas, con la barriga alzada y al aire e inútilmente cubierta por un
intento de camiseta, que se encontraba manchada de los aderezos de su grasienta
hamburguesa, nos miró de arriba abajo con un deje de desprecio. Aún con comida
a medio masticar en la boca nos habló.
–¿Qué desean? No regalo agua ni
presto el baño a menos de que sean clientes.
–Queremos alquilar una
habitación… por difícil que parezca.
–¡Ah! Vaya, vaya… eso es
diferente
Se chupó los dedos y se sentó
bien en la silla, se inclinó sobre un ordenador antiquísimo y empezó a teclear
usando únicamente sus dos dedos índices, sí, recién lamidos por su lengua llena
de restos de hamburguesa.
–¿A nombre de quien pongo la
habitación?
–De Tom…
Fui interrumpido por unos golpes…
el recepcionista le daba manotazos descontrolados al pobre ordenador que no
podía más. Al final se dio por vencido y sacó de un cajón una libreta manchada
de café y a saber que más. Tomó un lápiz mordisqueado y humedeció la punta.
–Disculpe ¿a nombre de quien
decía usted?
–Tom Kaulitz
Pronuncié tan rápido, como si de
esa forma esperara que mi nombre no se manchara con la mugre de ese hombre. El
tipo, al parecer, no me entendió bien y, con trazos ilegibles, escribió: Tom
Keultiz. No me importo, no le corregí.
–Muy bien. Aquí tienen.
Nos tendió un llavero, con tres
llaves de igual forma pero diferente tamaño. En realidad, se lo tendió a Cassy.
El chico la miraba con ensoñación, ella por su parte lo miraba con indiscutible
repugnancia, y no era
para menos…
Cassy sacó un paquetito de
pañuelos desechables de su bolsillo, tomó un par y los puso concienzudamente
sobre la palma de su mano, misma que extendió para que el tipo soltara las
llaves en ella sin llegar a rozarla directamente.
Una vez que Cassy se hiso con las
llaves, prácticamente se pegó a mi lado buscando esconderse de la mirada
morbosa de tan asqueroso personaje. La abracé por los hombros para hacerme
notar.
Subimos los escalones casi
abrazados uno del otro y muy lentamente para no caer, ¡los peldaños temblaban
bajo nuestro peso!, pasado el primer obstáculo llegamos al pasillo, estaba muy
oscuro para ser mediodía, aunque no era muy extraño si no había ni un solo
agujero para que pasara la luz, estaba totalmente cerrado. Las puertas a los
lados se caían a pedazos, y los números se perdían bajo el óxido de las placas
de metal sobre los que estaban escritos.
Llegamos al número de habitación
que el llavero indicaba: 25. Miramos las tres llaves y dedujimos que la de
mayor tamaño tenía que ser la de la puerta, no nos equivocamos, la cerradura
cedió tras un breve “cluc” y se abrió haciendo un ruido digno de película de
terror, incluso se me erizaron los vellos de la nuca. Asomamos la cabeza con miedo. Aparte de las
dos camas con colchones cubiertos con sobrecamas agujerados, el escaso
inmobiliario cubierto por una capa de polvo fino, el suelo cubierto por una
sospechosa alfombra esponjosa y las paredes cubiertas por ese abominable tapiz
a rayas rojas y lo que en su momento debió ser blanco, no había anda que temer.
Entramos cerciorándonos de donde pisábamos. Pase un dedo por la superficie de
una mesa y comprobé que la capa de polvo no era fina sino bastante más gruesa.
Cassy se sentó en una de las camas y dio un par de saltitos, la cama siguió
estable aunque seguía sin verse cómoda. Había una puerta al lado, supuse que
era el baño, intente abrirlo pero estaba cerrado, no quise insistir.
–Bien… esto no es lo que esperaba
– Escuché a Cassy a mis espaldas, me giré, no entendía a que se refería con
aquel comentario.
No hiso falta preguntar, Cassy
miraba la puerta del mini bar tirada en la alfombra, con la pequeña llavecita
en la cerradura oxidada de la misma, sin embargo eso no era lo sorprendente, lo
sorprendente era el contenido del mini bar, había una botella nueva de
champagne, fría y de una marca de calidad. No contrastaba para nada con el
resto del escenario que nos rodeaba. Cassy la tomó con cuidado, temiendo que se
desvaneciese entre sus dedos, como hecha de arena. Le echó un vistazo rápido y
me la pasó. La examine con cuidado, con atención, no parecía haber nada fuera
de lo común con la botella, pero no debía fiarme, pues si estaba bastante fuera
de lo común la botella en un lugar como este.
–Parece no tener nada extraño,
pero aun así preferiría que no la tocáramos – declaré
Ella asintió de acuerdo.
–¿Ya abriste el baño? – me
preguntó
–No, pero pásame la llave y le
echare un vistazo
Me pasó la llave de una forma un
poco torpe, casi cae al suelo pero la atrapé a tiempo. Ella bajó la vista
avergonzada y yo decidí pasarlo por alto.
Metí la llave en la cerradura de
la puerta del baño y como había pasado con la puerta principal está se abrió
tras un breve “cluc”. Asomé la cabeza con la posición en guardia, ¡no iba a
arriesgarme a que una rata mutante gigante asesina me atacara! Además de un
tenue olor a agua estancada no había nada malo con el baño, se veía limpio… tan
limpio como puede estar un baño en desuso durante al menos un siglo (exagero un
poco). Entré. No había ratas mutantes gigantes asesinas, ni ningún otro
animalejo. Me asomé a la ducha, había una capa de sarro en el azulejo. La llave
del lavabo estaba rota y el espejo estaba fisurado. Tiré de la cadena del
retrete y esta funciono a la perfección.
–Humm…todo en orden
–Tom
–¿Qué pasa?
–¿Por qué no habrá ventanas?
Miré alrededor, efectivamente no
había ni una sola ventana, ni siquiera una pequeñita, por ningún lado. Ni en la
habitación, ni en el baño, ni siquiera había alguna en el pasillo. Me aflojé el
cuello de la camisa con un dedo. Empezaba a sentir claustrofobia.
–Tom, no me gusta este lugar,
mejor vámonos.
–Cassy, estamos en mitad de la
carretera no podemos irnos, nos agarrara la noche en algún punto muerto del
trayecto ¿y entonces que haremos?
–Tom… ¡Por favor! ¡Algo me da
mala espina!
–Cassy, tranquila. Te prometo que
sólo pasaremos esta noche, mañana a primera hora, cuando salgan los primeros
rayos de sol, nos iremos de aquí.
–¿Hablas enserio con pasar la
noche aquí?
–¡Por supuesto! Sólo será una
noche, es un lugar de lo más desagradable, lo reconozco pero… qué más puedo
hacer.
–Sacarnos de aquí
–A veces te comportas como una
niña malcriada. ¡Esto no es un cuento de hadas! No puedo llevarte en mi corcel
blanco a un palacio de color rosa, estoy tratando de alejarte del peligro lo
mejor que puedo, ¿te crees que me encanta estar en medio de la carretera en
este pestilente lugar en vez de en mi casa, dormido bajo mis sábanas y viendo
alguna serie tonta en la televisión?
–Okey, ya comprendí tu punto,
pero ahora comprende el mío, ¡el lugar se ve abandonado, no hay ni una maldita
ventana en todo el edificio y hay una botella nueva y cara de champagne en el
mini bar que se desarmo al primer toque! ¿No notas algo extraño?
Empecé a replantearme lo de salir
de aquí, muy seriamente. Ella continúo.
–No te estoy pidiendo que me
lleves en tu corcel a un palacio, te pido que busquemos otro sitio, no importa
que sea tan horrible como este, sólo que no sea una caja sin ventanas… es como
una trampa… para que no puedan escapar los visitantes.
–Cassy, no seas paranoica, sólo
fue un mal arquitecto.
El pulso se me aceleró, lo único
que deseaba en este momento es que ella no se girara, que no mirara hacia
atrás.
–¡Tom por Dios! No seas idiota,
¡todo el peligro está más que claro! La botella de champagne ahora que lo
pienso, alguien la coloco ahí, ¡tú la tocaste! Estaba fría y el mini bar se
deshizo, inservible en su totalidad ¿no te parece sospechoso?
–Por supuesto que me parece
sospechoso, ¿Por qué crees que te dije que no la tocáramos?
–¿Crees que contenga veneno?
–Sí, sí, es probable – tragué
duro… Cassy no te gires, no te muevas. ¡Por supuesto que esta envenenada!
–Tom… ¿te sientes bien? Te ves un
poco pálido
–Cassy… ven, ven aquí
Abrí mis brazos invitándola a un
abrazo, a que hundiera su cabeza en mi pecho, en mi cuello. Quería
reconfortarle… pero principalmente alejarla de la botella de champagne que
había dejado en el suelo, esa misma que había empezado a bailar sobre la
alfombra como si acumulara presión para una explosión inminente. Había empezado
a derramar parte de su contenido y la etiqueta de la botella, así como la
alfombra empezaban a desintegrarse como si les hubiera rociado ácido. De la
esponjosa alfombra escapaban algunos insectos y arañas que habían estado ahí
escondidos, se estaban retorciendo, se estaban quemando ¿pero qué demonios era
eso?
–Cassy… está bien, vamos a dar un
paseo.
–¿Ahora?
–Sí, despejémonos un rato.
–De acuerdo
Iba a explotar ¡iba a explotar!
Prácticamente la empujé afuera.
Cerré la puerta con fuerza y la besé. Esperaba que con mi sorpresivo beso no escuchara el ruido de la botella al
estallar, de los vidrios golpeándolo todo. Una vez el silencio volvió a tomar
lugar separé mis labios de los suyos.
El ruido húmedo que hicieron
nuestros labios estalló en mis oídos como música. La miré. Se había sonrojado y
sus labios rosados estaban brillantes. El pulso acelerado de mi corazón
golpeaba mis sienes y la
respiración que compartíamos era irregular.
–De pronto eres extraño… muy
impulsivo.
–¿Explosivo?
–Impulsivo – me corrigió – bueno…
también explosivo.
Volvió a unir nuestros labios.
–Cof, cof – nos separamos y nos
giramos al origen de la interrupción. Un chico de no más de dieciséis años nos
miraba en el principio del corredor, venía acompañado de un niño más pequeño,
de unos cinco años más o menos.
Me recordó vagamente a la
película de “El Resplandor”. Me recorrió un escalofrío.
–Dice mi hermano que si no
quieren servicio a la habitación – dijo el niño con voz nerviosa.
–No, no gracias – respondí,
cortado.
–¿Algo más que se le ofrezca a la
señorita?
Elle negó con la cabeza.
–Gracias por el regalo – empecé a
tantear el terreno.
–De nada… ¿cuál regalo?
–La botella de champagne
–¿Estas tratando de tomarme el
pelo? Aquí no hay de esas cosas, si quieres una cerveza tendrás que pagarla
abajo aquí no se regala nada y menos de eso porque aquí no hay, nada más hay
cerveza.
El niño había tomado mi
comentario como una ofensa, como si me estuviera burlando de la falta de
elegancia del lugar. Así que si la botella no era de aquí alguien más debió
haberla traído y colocado en nuestra habitación pero ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Cómo?...
¿Por qué?
Bueno el por qué era obvio: para
matarnos… o asustarnos como ha logrado, porque ¿Una botella cómo esa en un
lugar como este? O cree que somos estúpidos o quería que pasara tal como sí
paso. Un buen susto, una advertencia o una muerte muy dolorosa.
–Lo siento si te ofendí, solo era
una broma – mentí – Iremos a comprar algunas cosas aquí a la gasolinera,
volveremos pronto.
El niño asintió con expresión de
“y a mí qué me importa”.
Tomé la mano de Cassy y camine a
paso rápido hasta las escaleras, me detuve en seco cuando el niño tocó a otra
puerta, Cassy estuvo a punto de caer por mi brusquedad. La puerta se abrió y
una voz encolerizada corrió a los niños, que se quedaron con el ofrecimiento en
la punta de la lengua. Me parecía increíble que hubiera otro inquilino a parte
de nosotros.
Cuando la puerta se cerró de
nuevo dando un portazo, volvimos a emprender camino hacia afuera.
Una vez afuera la llevé hasta la
gasolinera, hacia la tienda poco surtida de al fondo. La guie hasta el fondo de
la tienda, donde los congeladores viejos opacarían el sonido de nuestras voces
con el ruido que emitían.
–¿Qué te pasa? ¿por qué…? – le
tapé la boca un la mano
–Shhh. Quiero que elijas algo, lo que sea. Te lo
compraré, pero escoge bien, tárdate lo que necesites, te espero en la caja.
La dejé, completamente
confundida. Sentía su mirada.
Llegué a la caja y la miré de
nuevo, me había obedecido a final de cuentas, estaba viendo con atención los
productos.
–¿Busca algo en especial? – el
chico de la caja me sonrió.
–Sí, verás… mi novia y yo estamos
buscando a su hermana, no debería importarte esto pero se ha peleado con su
esposo, cogió el carro y se fue… ahora está perdida y hemos tenido que salir
nosotros a buscarla.
Dijo que estaba en algún motel de esta carretera pero
hasta el momento no hemos tenido suerte ¿sabes si hay alguno cerca de aquí?
–No has tenido suerte en este
¿eh? No la culpo, el motel este es una mierda, hay mejores a los alrededores, más
adelante hay un par uno está a una media hora de aquí en carro y el otro está
pero hacia el este a unos cuarenta y cinco minutos en carro.
–¿y que me puedes decir de por
aquí?, estamos algo preocupados ¿sabes?
–Bueno, es una carretera
cualquiera, con sus buenos y malos tramos, sus buenas y malas historias y por
su puesto sus malos moteles. Si fuera una mujer despechada por supuesto que me
quedaría en un motel más o menos a esta altura de la carretera, ni muy cerca de
la ciudad ni muy próxima a la otra, pero más de ida que de regreso, no me
extraña que no se quedara en un motel de más atrás.
Asentí con la cabeza, fingiendo
que me importaba su opinión.
>> En este motel, si ya lo revisaste,
creo que es obvio que no se quedaría ahí ni aunque le apuntaran con una pistola
– rio – es un edificio horrible y de terrible historia.
–¿Terrible historia?
–Sí, prometía ser un hotel
precioso pero la familia quedo en quiebra y lo dejaron a medio construir, lo compro otra familia,
más pobretona y más avariciosa, muy poco visionaria y terminó de construirlo
como un bloque, ya sabes, sin ventanas ni ningún elemento atractivo. Por supuesto
no tuvo éxito y quedo abandonado hasta hace poco que ese bobalicón se instaló
ahí sin el permiso de nadie, y sin invertir ni siquiera en la limpieza, renta
habitaciones. No creo que saque nada de ese bloque mal hecho de habitaciones,
pero tiene consigo a unos tres o cuatro niños que según él son sus hermanos,
cosa que, aquí entre nos, dudo seriamente, ellos mendigan en la gasolinera y de
ahí saca para el día.
–Un final desafortunado
–Vaya que sí, pero lo más fuerte
es la razón por la que no lo compraban
–¿Cuál?
–Era un edificio que usaban como
cuartel de delincuentes, intercambiar paquetes de drogas, arreglar cuentas.
Pero eso fue hace mucho… ya estaba completamente abandonado para cuando ese se
lo adueño.
–¿y crees que aún lo frecuenten
algunos delincuentes?
–No lo dudaría
–¿Y qué me dices de los otros dos
moteles?
–Pues volviendo con la mujer
despechada… hum, yo me iría al que está en el este si no quisiera que me
encontraran con facilidad, es pequeño y pertenece a una familia que vive ahí
mismo, si no te fijas bien podrían pasar por ser simples casas de campo. Si
quisiera por el contrario que me encontraran me iría al que está en línea
recta, es más concurrido, buen precio, buena comida y buen servicio, tiene
habitaciones bien distribuidas para que los que quieran pasar una noche pasional
y los que no puedan estar tranquilos, y no se incomoden entre sí.
–Estas bien informado, eh.
–Sí, bueno… tú ya sabrás por
donde buscar.
–¿Y a pie estará muy lejos?
–A una hora aproximadamente ¡pero
no estarás pensando en irte caminado, hombre! Pronto va a anochecer, yo no me
arriesgaría llevando conmigo a una chica.
–No creo que sea tan peligroso
–Pues yo creo que sí, es decir,
no hay nada de aquí a cualquiera de los dos moteles ¿y si los asaltan o tienen
algún accidente?
–Tendremos cuidado. Gracias.
Mostré mi mejor sonrisa. El chico
se dio por vencido y negó desaprobatoriamente con la cabeza.
–¡Cariño! ¿Ya encontraste lo que
necesitabas? – le grité a Cassy por sobre el hombro, quien al oírme llegó
corriendo hasta mi con un paquete de chucherías, dos botellas de agua, dos
sándwiches de jamón y un paquetito de ligas para el cabello.
–¡Lista!
El vendedor y yo nos miramos de
forma cómplice. Nos esperaba toda una travesía todavía.
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Ok, desahoguense, diganme de cosas, lo que sea.... si es que aun alguien sigue leyendo u.u